miércoles, 8 de agosto de 2012

Miedo encarnado nº 2

Guión: Matt Fraction
Dibujo: Stuart Immonen
Tinta: Wade Von Grawbadger
Color: Laura Martin
Formato: Grapa, 24 págs., color.
Editorial: Panini (enero de 2012)

Después de un primer número dedicado a ver, por un lado, cómo Pecado libera a un dios maligno (la Serpiente) y, por otra, la situación en la que se encuentra la sociedad norteamericana, los superhéroes y los dioses de Asgard, llegamos a este segundo episodio en el que, básicamente, lo que ocurre es que el villano se hace con el control de los mayores destructores: Juggernaut, Hulk, la Cosa, Titania... Lo hace enviándoles unos martillos que, al ser tocados por ellos, los convierten en miembros de los Dignos. Esto, señores, si no se parece a los anillos de Green Lantern, que baje Dios y lo vea. Y para colmo, el aspecto que adoptan parece sacado de las pelis de Tron.

Dicho esto, poco más que añadir. Realmente no pasa nada más. Los asgardianos vuelven a donde estaba originalmente Asgard, Odín suelta un discurso sobre si están actuando o no como unos cobardes, parece que se van a preparar para combatir... pero de momento no hacen nada. Por lo pronto, lo único que les vemos hacer es huir como unos bellacos de unos enemigos que son suyos, mientras la Tierra es agredida. Bien, Odín, bien, espero que vayas a hacer algo realmente bueno en los próximos capítulos.

Por otra parte, resulta que Pecado se ha hecho con un montón de tecnología -que ya había sido vista en el primer capítulo, cuando entra en unas instalaciones de su padre, Cráneo Rojo- y la utiliza lanzando un ataque sorpresa en Washington gracias a un hechizo de teletransportación de la Serpiente. Todo hay que decir que esto mola. No sé si interpretarlo como una reminiscencia del 11-S, en el sentido de que un símbolo de EEUU es destruido y sin que nadie lo espere, pero... mola. Con esto se intenta justificar también, digo yo, la presencia del término miedo: si en el episodio anterior los ciudadanos tenían miedo a la precaria situación económica, ahora lo tienen al terrorismo que, de nuevo, ataca territorio americano. La discusión está en si realmente un ciudadano americano del Univeros Marvel se acojonaría tanto por ver destruido el Capitolio cuando ya han pasado tantísimas cosas: que si invasiones extraterrestres, que si ataques de la Atlántida, que si la llegada de seres cósmicos, que si la destrucción del universo... Uno ya debería estar curtido en todas estas cosas, ¿verdad?

Por terminar, quiero destacar el trabajo de Stuart Immonen, que para mí es el verdadero aliciente de Miedo Encarnado. Ya disfrutaba de sus dibujos en los años 90 y con el paso del tiempo no ha hecho más que mejorar. Me alegro de que en Marvel reconozcan su talento y le den trabajos de cada vez mayor envergadura. En este comic en particular, me encantan las páginas en las que dibuja a Hulk y Betty Banner. Por contra, la primera página dedicada al Juggernaut, reconozco que no la entiendo: la prisión La Balsa comienza a arder...  en la siguiente viñeta, todo se ve derruido, por lo que entiendo que ha habido una explosión, pero más que una explosión lo que se ve es eso, La Balsa ardiendo. Falta una onomatopeya o que en lugar de un incendio, se vea una explosión. Además, si esta situación es provocada por la caída de uno de esos martillos, ¿por qué no mostrar el martillo impactando? En fin, que me parece que está mal contada esa secuencia.

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